Horacio Ruiz de la Fuente (La Coruña, 1905 - ¿?) alcanzó su máximo esplendor tras la contienda civil de 1936-39, al estilo de autores como Calvo Sotelo, Pemán o Giménez Arnau, sus obras son tesis de ideología católica, en la que juega con apariciones, ángeles y misterios; su teatro se caracteriza por utilizar pocos personajes, a veces uno, a veces dos... combinándolos en tramas que mantienen la tensión para llegar a un rápido final. Alguna alcanzó tal proyección que llegó a ser un guion cinematográfico.
Segundo título contenido en el número 55 de la colección de teatro Alfil/Escélicer, que se divide en tres actos y fue estrenada dos veces, una por cada una de sus versiones. La primera en el Teatro Cómico de Madrid el 26 de septiembre de 1946 y la segunda en el Teatro Fontalba de Madrid el 28 de junio de 1948. En ambas, con sólo dos personajes.
Un abogado está ensayando la defensa de un cliente que ha cometido un asesinato atroz: ha matado a su propio hijo. Pero tiene una razón y es que lo ha hecho porque tenía una grave enfermedad, la lepra, cuando ésta no tenía cura y el deterioro sucesivo del enfermo le condenaba a morir entre deformaciones y dolores insufribles. El abogado lo que hace más que nada es reflexionar en voz alta él solo durante el primer acto completo y el inicio del segundo. Por teléfono consulta a un especialista precisamente sobre su posible caso de lepra, ya que ha tenido una relación ocasional con una joven que se ha enterado que lo ha sufrido y está hospitalizada. Así que aprensivo por unos indicios, decide dar fin a su vida, así se lo anuncia a su novia. La eutanasia es un tema polémico, pero cuando conoces a un enfermo desahuciado por una enfermedad que lo deteriora sin solución, entiendes cuál es el problema: las cuestiones religiosas y/o filosóficas adyacentes, elucubran sobre la moralidad del acto, o de los inductores o de los enfermos mismos. En la obra se aborda con valentía y se plantean diferentes soluciones, la del que mató a su hijo es la primera, descrita con todo el horror que puede sufrir un padre que además es médico y sabe a ciencia cierta que no hay solución, o la del propio abogado, que se reconoce al principio de dicho proceso. Quizá el autor tuvo que usar un recurso final para que su obra fuera admitida, pero a mi no me gusta el cierre, la verdad.
@ 2022, by Santiago Navas Fernández