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sábado, 28 de mayo de 2022

DOÑA MARIA LA BRAVA


 

El número 23 de la colección La Farsa es, por muchas razones, un ejemplar que debería haber sido destacado espacialmente si hubiera habido oportunidad para ello. Un número más redondo como el 50, un número extraordinario fuera de numeración... porque se va a convertir en un número singular desde el mismo momento de su edición, poco más o menos de un mes después del fallecimiento de la recordada actriz María Guerrero, que es lo que da lugar a esta edición y no tanto su autor, conocidísimo, o la trama misma.

Para empezar, la imagen de la portada es la de la afamada actriz, pero luego se añaden al inicio diversos escritos en honor de la principal protagonista de la obra y se intercalan dos hojas con fotos de ella vestida con el traje de doña María La Brava en la representación de esta obra cuyo autor es Eduardo Marquina. De dichos escritos, el propio autor dedica un poema a la muerte de la actriz, que denomina "epilogal"; el otro es un recuerdo de su primer encuentro con la finada durante una gira por América escrito por Valentín de Pedro. Además de la introducción de la propia editorial, algo hasta ahora no conocido en esta colección. Al ejemplar le acompañan ilustraciones del ilustrador Barbero. El texto de la obra se encuentra a dos columnas y enmarcado en unos filigranas que dificultan la lectura, sin duda se quería destacar la obra, pero se consiguió una presentación anómala y bastante incómoda.

La trama corresponde a un brindis al sol en torno a la historia de "la raza castellana", teniendo como protagonista a María López de Guzmán y Estúñiga, la Reina Isabel, el Príncipe Enrique, el Rey don Juan y otros nobles contemporáneos como don Alvaro de Luna, el marqués de Santillana, el Conde de Plasencia, etc. así como un despliegue inmenso de extras en forma de soldados, asistentes, religiosos... que pocos escenarios soportarían tanta gente reunida sobre su tablado. Drama en cuatro actos en verso que se inauguró en el Teatro Princesa en 1909. El autor dedica la obra a la actriz y a su marido, también actor como veremos. Eduardo Marquina (Barcelona, 1879 - New York, 1946), periodista, poeta, comediógrafo y compositor de himno y odas patrias, tío de otro conocido comediógrafo posromántico, Pedro Marquina, y padre del director de cine Luis Marquina. Escribió multitud de obras teatrales y algunas novelas, tradujo a numerosos autores extranjeros, compuso la primera letra oficial de la Marcha Real por encargo de Alfonso XIII, otras odas y el guión de la película "El Alcázar de Toledo", 1939, que jamás llegó a rodarse.

Y vamos ahora siguiendo la línea de número especial, con la protagonista. María Ana de Jesús Guerrero Torija (Madrid, 1867 - 1928) falleció de uremia en pleno éxito personal y empresarial, tras suspender unos días antes los ensayos de su nuevo estreno. Desde muy joven aprendió el oficio de actriz con Teodora Lamadrid y en 1885 debutó en una obra de Echegaray pasando a convertirse en primera dama poco después. En 1894 crea su propia Compañía y dos años más tarde se casa con Fernando Díaz de Mendoza, un aristócrata arruinado con el que refunda una nueva compañía y comienza a tener tanto éxito que trabaja sin descanso, hace multitud de giras por latinoamérica, sobre todo Uruguay y Argentina, por Europa y llega a actuar en New York. Sin embargo, una parte de la vida cultural no está tan a favor de la actriz, en sus primeros tiempos representó numerosas obras de Echegaray, también lució a Galdós, pero poco a poco se fue aristocratizando y acomodando a la buena vida de la nobleza madrileña, inclinándose al conservadurismo social, al tiempo que se volvía arrogante, exigente e interesada. En 1909 compra junto a su marido el Teatro de la Princesa de Madrid, que hoy es Centro Dramático Nacional en manos del Estado con el nombre de Teatro María Guerrero, trasladándose a vivir a los pisos altos del edificio, donde se inaugura la presente obra de "Doña María la Brava", nombre que se le adjudica como mote. En 1921 sufraga la construcción del Teatro Cervantes en Buenos Aires. En su compañía trabajó una actriz, Carola Fernán-Gómez (en realidad, Fernández Gómez, pero parece ser que a María Guerrero le gustaban los apellidos complicados o múltiples) de la cual se enamoró el hijo mayor, Fernando Díaz de Mendoza Guerrero, en contra de la opinión de la madre que no quería novias actrices para sus hijos, sin embargo, de aquel amor nació un niño que se llamaría Fernando Fernán Gómez y que su padre no reconocería hasta depués de la muerte de María Guerrero, cuando el amor de Carola ya había desaparecido. En fin, el segundo hijo de María Guerrero, Carlos, tuvo más suerte y se pudo casar con su novia actriz de la propia compañía, Carmen Larrabeiti, que con el tiempo tendrían otra actriz (cosas del karma o de la genética).


@ 2022, by Santiago Navas Fernández

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