Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600 - 1681) fue sacerdote miembro de la Venerable Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid San Pedro Apóstol, caballero de la Orden de Santiago, pero nada de eso le hizo famoso sino ser uno de los más insignes literatos del Siglo de Oro. Proveniente de familia noble de arraigo cántabro, recibió estudios superiores y se introdujo en el mundo literario gracias a su cultura y predisposición, su producción dramática consta de ciento diez comedias y ochenta autos sacramentales, loas, entremeses y otras obras menores, siendo el suyo la culminación del teatro barroco nacido con Lope de Vega. Sus títulos gozan de actualidad y son muy conocidos, en particular "La vida es sueño", "El médico de su honra", "El mágico prodigioso", "El alcalde de Zalamea", El gran mercado del mundo", "El gran teatro del mundo", "La dama duende", "Casa con dos puertas, mala es de guardar", etc.
El gran teatro del mundo es un auto sacramental dramático, publicado por primera vez en 1655. Escrito en verso de la época y con un solo acto, nos lleva a la consideración del papel que tenemos asignado al nacer y la mochila con la que llegamos al mundo según nuestro destino, mientras un Dios poderoso observa lo que hacemos con la dicha o la desgracia que nos ha dotado. Llegamos por una puerta e irremediablemente nos vamos por otra, a sabiendas de que esto va a ocurrir y que estamos siendo observados, al nacer lo olvidamos y debemos aprenderlo, de nuestra naturaleza escrita en nuestros genes deberá salir la actitud por la que nos premiarán o nos castigarán. Calderón fija los personajes: el Mundo es el lugar donde se produce el hecho, el escenario donde se desarrolla obra, quien entrega el ajuar que cada cual debe llevar en función del destino asignado o quita lo que no corresponde, como le ocurre al Pobre que clama "En fin, este mundo triste/ al que está vestido viste/ y al que desnudo le desnuda."; el Pobre, que nada tiene, ni ropa para taparse; el Rico, todo lo contrario; el Rey, con su corona y sus batallas, sus ministros que le cubren y le tapan; la Hermosura, representada en una dama que dice que condena a quien en sus garras cae; La Ley y una Vez, que apuntan el mensaje divino; el Labrador, condenado a trabajar sin parar; un Niño, que no nacerá porque es fruto del pecado ¿qué le puede pedir al mundo si al escenario ni saldrá?; y la Discreción, nombre para representar la Religión, la única que al final perdura tras la muerte. Unas claras alegorías barrocas para representar el bien y el mal, la vida y la muerte, el premio y el castigo, el destino y el sometimiento a una ideología que tiene como fin el enaltecimiento de la religión como representación de todo lo moralmente positivo.
@ 2022, by Santiago Navas Fernández