Jacinto Benavente Martínez (Madrid, 1866 - 1954) es uno de los pocos autores españoles que tienen un premio Nobel, otorgado en 1922, lo cual ya aporta a su currículum un esplendor mayor. Dramaturgo, cineasta... dejó un gran número de obras en las que, algunas veces según dicen sus críticos, no llega a ahondar tanto como podría haberlo hecho y la denuncia de aspectos como la manipulación de las informaciones, el papel de la mujer, la modernidad o la situación política, no llegan a cuajar suficientemente. De hecho, sus variaciones entre las diferentes opciones que conoció a lo largo de su vida, le hacen estar siempre al lado del que gobierna, desde Primo de Rivera durante la Dictadura blanda, la República durante la Guerra Civil o loas al franquismo tras su victoria final, y sin embargo, durante muchos años posteriores al 39, tuvo que representar sus obras citándolas no con su propio nombre sino por "el autor de la Malquerida". Sin embargo su fama es total, debida a la popularidad de sus obras, pero también a su cantidad: teatro, versos, novelas, críticas, adaptaciones, guiones...
El número 104 de la colección la Farsa, nos trae un Drama en tres actos, divididos en trece cuadros, con un epílogo. Contiene dibujos de Alonso, tanto en interior como en portada, de la cual hay dos modelos diferentes, uno es el presente y otro es una dama medieval en tonos azulados y amarillos.
Crítica visión de la religión, los milagros, el poder y la política. En el entorno del autor que vivió los años anteriores y posteriores al golpe de Estado, monarquía incluida, se fragua una posible historia. El Príncipe heredero está muy enfermo, la única solución es un milagro, pero eso no conviene a la situación política del momento, así que desde las instancias gubernamentales reclaman al Rey que impida que la Reina recurra a un fraile que ha cogido fama de santo entre el pueblo, tanto que se junta gente ante el convento para verle, escucharle y rezarle, pero entre ellos se mezclan los que buscan desestabilizar el reino. La propia Reina es muy creyente. Pero el fraile es humilde y la curia religiosa, temerosa de llamar demasiado la atención en los tiempos revueltos que se viven, prefiere el silencio y la vida interna.
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